Buenos tiempos para la lírica, eso sí, jurídicos

Hemos empezado este año con una inusual cantidad de noticias y sucesos en el ámbito cultural, todos ellos con una clara incidencia en el mundo del Derecho, tales como el traslado de las obras del Monasterio de Sijena de Cataluña a Aragón, la libertad de exposición de una obra plástica en una feria de arte internacional, la condena en vía penal por enaltecimiento del terrorismo, injurias y calumnias a un rapero por las letras de sus canciones, el secuestro judicial de un libro editado y en venta como medida cautelar en un procedimiento judicial en defensa del derecho al honor del demandante, las reivindicaciones sobre igualdad de trato laboral de las mujeres del mundo del arte y de la música, los procedimientos para el nombramientos de determinados directores de espacios culturales en Madrid, la concesión a una fundación privada de un espacio público en Matadero por cincuenta años, las primeras polémicas en torno al apoyo público a determinadas propuestas musicales en directo para la celebración del Xacobeo en Galicia, el contenido y alcance del Estatuto del Artista en su trámite parlamentario, el destino y titularidad del Pazo de Meirás (con su contenido patrimonial) tras el fallecimiento de su actual propietaria, la nueva reivindicación del mundo del cine por la tributación indirecta del sector, y un largo etcétera.

 

Estos asuntos, todos ellos de importante trascendencia informativa y social, entran dentro de lo que podemos denominar el Derecho de la Cultura, pues se trata precisamente de manifestaciones muy diversas de la actividad cultural general, con incidencia en distintas áreas y prácticas del mundo del Derecho. Se trata de situaciones reales informadas por los medios de comunicación, que, sin ser iguales entre sí, inciden individualmente en una o más de una de las categorías tradicionales del Ordenamiento Jurídico, tales como el Derecho Civil, el Administrativo, el Penal, el Procesal, el Fiscal o el Laboral.

 

En este sentido, no siempre los planteamientos generales o puramente teóricos en el ámbito del Derecho son aplicables sin más a las actividades culturales; y ello en esencia por la difícil convivencia que a veces se produce entre la creatividad artística propia del ser humano y los estándares sociales y públicos de una determinada época.

 

Nosotros defendemos que es precisamente desde el Derecho desde donde entendemos que se deben ofrecer soluciones a esta convivencia, en aras a conseguir el necesario equilibrio entre la creatividad y la intervención pública y privada en defensa de los estándares sociales contemporáneos comúnmente aceptados. Pero para conseguir ese loable objetivo de cohabitación, se hace más que nunca necesario establecer soluciones jurídicas particulares a las necesidades específicas que plantea la Cultura, como ámbito fundamental de desarrollo intelectual y material de ser humano.

 

Y precisamente desde la conceptualización y discusión jurídicas que permitan la creación de un verdadero corpus jurídico del Derecho de la Cultura, se posibilitará que, tanto los particulares como los poderes públicos, puedan cohabitar de forma pacífica en un entorno tan necesario para el desarrollo social y humano como es el de la Cultura de un país.

 

Especial mención merece la actuación de las administraciones públicas, las cuales deben jugar un papel fundamental en el ámbito de la Cultura, siempre conociendo los instrumentos que nos ofrece el Ordenamiento Jurídico para tratar temas tan singulares como los que plantea la actividad cultural y siempre con absoluto respecto de los procedimientos administrativos que, de forma genérica, deben responder a los principios de publicidad, transparencia, igualdad de trato, no discriminación y demás aplicables a toda actividad administrativa pública.

 

En este sentido, desde Gabeiras & Asociados entendemos que existe una necesidad imperante de fomentar el debate crítico, la conceptualización y la aplicabilidad del Derecho de la Cultura, incluyendo a todas las áreas tradicionales del Derecho con incidencia en el sector cultural, precisamente para responder adecuadamente a una realidad social básica que nos permite entender mejor nuestro mundo y nuestra existencia como seres humanos en comunidad.