La Economía Social

Entre el 1 y el 11 de noviembre de 2016 el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) realizó las encuestas para el Barómetro mensual, cuyos resultados se hicieron públicos el 5 de diciembre, en esa tradicional semana eternamente viernes… Los resultados del Barómetro son como la imagen del vaso a medio llenar, que esperanza a unos y deprime a otros, según el punto de observación subjetivo. Y arrojan este dato lamentable: tras el desbloqueo de la situación política en España, el 74, 3% de los españoles tiene una imagen de nuestros políticos mala, o muy mala, frente a un 82,9% de españoles que así opinaban en el mes de octubre.

Ante esta evidencia estadística, constatable empíricamente en cualquier situación cotidiana y en cualquier contexto, uno piensa en primer lugar en esa primera novela picaresca, Guzmán de Alfarache, en la que Mateo Alemán no solo sitúa al pícaro en el Parnaso de las bellas letras sino que parece que haciendo a la manera del CIS un retrato fiel de su tiempo actuará de promesa autocumplida generación tras generación, como una especie de mutación genética de difícil arreglo: “Todos roban, todos mienten, todos trampean; ninguno cumple con lo que debe, y es peor que se precian de ello”.

Pero en segundo lugar, ante una situación de falta de fe radical y generalizada en lo colectivo, uno ha de remitirse a las estructuras sociales que posibilitan la vida, del individuo y de la sociedad misma, remisión que desde Aristóteles hasta nuestros días estructura nuestras comunidades occidentales. Esta estructura, llámese Estado, ha sufrido como bien explica el Profesor García Pelayo en su certero texto Transformaciones del Estado contemporáneo múltiples mutaciones, siempre articuladas en torno a esa íntima y filosóficamente sutil relación estado- sociedad civil. Una de las transformaciones más importantes, tanto desde el punto de vista del legado del pensamiento humanista de la Ilustración como desde el humanitarismo contemporáneo, es la transformación del Estado Liberal en Estado Social. El precursor de la idea de Estado Social es Lorenz von Stein (1815-1890), quien en su Geschichte der sozialen Bewegung in Frankreich von 1789 bis auf unsere Tage (1850), escribía que “había terminado la época de las revoluciones y las reformas políticas para comenzar la de las revoluciones y reformas sociales”.  El Estado Social vendría a cumplir una misión aún hoy crucial e inconclusa. Manuel García Pelayo (1977) hace un magistral extracto del pensamiento de Lorenz Stein, que resulta en nuestra contemporaneidad más vigente que nunca:

“Partiendo de supuestos hegelianos y de la neta distinción -aunque no separación- entre el Estado y la sociedad, afirma (von Stein) que aquel tiende al desarrollo superior y libre de la personalidad de los individuos mientras que ésta -sustentada sobre relaciones de propiedad, es decir, sobre la dominación de las cosas que se transforma en dominación sobre las personas y, que con ella estratificada en clases- tiende a la dependencia, servidumbre y miseria física y moral de la personalidad. Tal situación, generada por el libre despliegue de las fuerzas económicas sociales, no sólo es contradictoria con la idea y principio del Estado, sino también con sus intereses y su estabilidad, pues de un lado la fortaleza del Estado depende del nivel moral y material de sus ciudadanos y, por tanto, es contradictoria con la miseria económica y biológica de la mayoría de la población y, de otro, su estabilidad se ve amenazada por el movimiento hacia la revolución social que aparece tan pronto como las clases oprimidas comienzan a tener acceso a la cultura y, con ello a adquirir conciencia de su situación. Por consiguiente, la corrección por el Estado de los efectos disfuncionales de la sociedad industrial competitiva no es sólo una exigencia ética, sino también una necesidad histórica, pues hay que estar necesariamente entre la revolución o las reformas sociales”.

Volviendo retrato que el CIS dibuja, en tercer lugar y como consecuencia lógica del proceso de gestación del Estado Social y Democrático de Derecho, se desarrollan y emergen modos de hacer privados, en los que el interés colectivo y de las personas prima sobre los intereses del capital, esto es, la Economía Social. La Ley 5 de 2011, de Economía Social, nos sitúa en el marco histórico de nacimiento del concepto moderno de Economía Social, que “se estructura a través de las primeras experiencias cooperativas, asociativas y mutualistas que surgen desde finales del siglo XVIII y se desarrollan a lo largo del siglo XIX en distintos países de Europa”. La ley 5 / 2011 en su artículo 4 establece los Principios orientadores de las entidades de la economía social, que por su interés teleológico, y su valor ético pasamos a transcribir íntegramente:

a) Primacía de las personas y del fin social sobre el capital, que se concreta en gestión autónoma y transparente, democrática y participativa, que lleva a priorizar la toma de decisiones más en función de las personas y sus aportaciones de trabajo y servicios prestados a la entidad o en función del fin social, que en relación a sus aportaciones al capital social.

b) Aplicación de los resultados obtenidos de la actividad económica principalmente en función del trabajo aportado y servicio o actividad realizada por las socias y socios o por sus miembros y, en su caso, al fin social objeto de la entidad.

c) Promoción de la solidaridad interna y con la sociedad que favorezca el compromiso con el desarrollo local, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, la cohesión social, la inserción de personas en riesgo de exclusión social, la generación de empleo estable y de calidad, la conciliación de la vida personal, familiar y laboral y la sostenibilidad.

d) Independencia respecto a los poderes públicos.

Estos principios, que no son más que una síntesis de unas prácticas arraigadas en nuestra sociedad, arrojan luz en el panorama sombrío dibujado por el Barómetro y que dio pie a estas reflexiones.

Otra idea que emerge en cuarto lugar es la constancia de que no todos son como el pícaro Guzmán de Alfarache describía, y que la empresa privada puede asumir e interiorizar los principios y valores del Estado y la Economía Social. Un ejemplo de ello es la estructura organizativa de Gabeiras & Asociados, cuyo organigrama es una respuesta a estos principios y valores y se divide en los siguientes departamentos: Derecho de la Cultura, Derecho Financiero y del Cumplimiento Normativo y Derecho de los Negocios y de la Economía Social y Sostenible. Las estructuras, como hemos expuesto a lo largo de esta reflexión, impregnan y son impregnadas de valores y actitudes, y dan la estabilidad necesaria para resistir los embistes de corrientes adversas y de flaquezas individuales. El situar en un plano de igualdad el Derecho Mercantil y el de Economía Social, es una declaración de intenciones, intenciones sociales. Como bien describiera en 1850 Lorenz Von Stein, “la sociedad, sustentada sobre relaciones de propiedad -es decir, sobre la dominación de las cosas que se transforma en dominación sobre las personas y, que con ella estratificada en clases- tiende a la dependencia, servidumbre y miseria física y moral de la personalidad. Esto no sólo es contradictorio con la idea y principio del Estado, sino también con sus intereses y su estabilidad”. Es un deber corporativo y desde la práctica jurídica contribuir a una sociedad más justa, y herramienta privilegiada es el trabajo en la Economía Social.

Y como consecuencia de todo ello, la célebre frase con la que Voltaire cierra su Cándido, “il faut cultiver notre jardin”. De nada valdrían todas estas teorías arriba descritas, y concretadas en un Departamento de Economía Social de un bufete de abogados si en la praxis empresarial y personal no existiese una responsabilidad social corporativa real y eficaz, de cara a las personas que trabajan en nuestro proyecto y las que buscan en nuestra empresa una respuesta a sus necesidades. En Gabeiras y Asociados cultivamos nuestro jardín para cooperar en la consolidación de nuestro Estado Social, democrático de Derecho y de Cultura.