La ciudad brillante, patrimonio de la humanidad de la Unesco

Cuenta la leyenda que el inmenso amor de Abd al-Rahman III al-Nasir por su mujer al-Zahrá motivó la construcción de la ciudad más brillante, Madīnat al-Zahrā, la gran Medina Azahara. Era el año 936 y fueron los pies de Sierra Morena, a escasos kilómetros al oeste de Córdoba, el bello entorno escogido para edificar el “Versalles medieval”: un espectacular complejo sede del califato omeya y residencia privada del nuevo califa. Su dignidad y la de la ciudad más avanzada de toda Europa, Córdoba, exigían la fundación de una imponente edificación símbolo de su poder y superioridad frente al enemigo, los fatimíes de Ifriqiyya que acechaban desde el norte del continente africano.

De aquella majestuosa urbe, que se destruyó a los 70 años de su nacimiento, hoy se conservan unas ruinas vestigio de su ancestral brillo que acaban de ser declaradas Patrimonio Mundial de la Unesco. El yacimiento arqueológico estaba considerado desde 1923 Bien de interés cultural, y formaba parte la Lista Indicativa de España del Patrimonio de la Humanidad, en la categoría de bien cultural. La decisión del Comité de la Unesco convierte ahora a Córdoba en la ciudad del mundo que atesora más declaraciones de Patrimonio Mundial, cuatro. Son nueve las de toda Andalucía, y 47 las de España, tercer país del mundo con mayor número de bienes inscritos en esta Lista del Patrimonio Mundial –solo tras China e Italia–. De ellos, 41 son bienes de patrimonio cultural, cuatro de patrimonio natural y dos mixtos.

El Comité de la Unesco reunido en Manama, Bahréin, ha valorado cómo Medina Azahara permite un acercamiento exhaustivo a la cultura de una civilización destruida en el preciso momento de su máximo esplendor, a través de sus infraestructuras, su decoración y los objetos cotidianos encontrados en construcciones como la Mezquita Aljama, la Casa de la Alberca, la Casa de Yafar o la Casa Real. La desaparición de la ciudad palatina durante casi un milenio, oculta bajo una ladera conocida popularmente como Córdoba La vieja, ha permitido su excelente conservación: nunca se construyó sobre ella.

Después de la fitna, la guerra civil que la saqueó, su destrucción prosiguió en los siglos sucesivos. Sus piedras fueron cantera de otras construcciones cordobesas y el olvido se apoderó de sus muros hasta que desapareció en una fecha que los historiadores no han logrado precisar. No fue hasta el siglo XX cuando se recuperó la gran metrópoli que pretendió emular las de los califas orientales abasíes, especialmente la preciosa corte de Samarra. La excepcional preservación del entorno, destaca la Unesco, también posibilita la recuperación de los valores paisajísticos que condujeron a Abd al-Rahman III a elegir este excepcional lugar para erigir la ciudad en honor de su amada. De ella solo conocemos un pequeño porcentaje: aún queda más del 90 por ciento de la ciudad brillante por descubrir.